
El aplazamiento de los pagos de
Grecia a la Troika europea en los últimos meses ha generado incertidumbre a
nivel global. El gobierno de Alexis Tsipras, primer ministro heleno, debe hacer
frente a dos tormentas: pagar a sus acreedores para desbloquear la ayuda
financiera que requiere con urgencia para no caer en default y llegar a un
acuerdo sin generar una crisis social al interior del país.
“Un pago parcial beneficiaría a
Grecia, pues podría destinar el resto del dinero a su desarrollo económico,
pero es complicado porque sus acreedores no quieren perder dinero, y al hacerlo
estarían enviando un mensaje a otros países con problemas de liquidez”, comenta
Adolfo Laborde, investigador del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores
de Monterrey campus Santa Fe.
La
base de la crisis griega es una deuda de aproximadamente 320.000 millones de
euros (unos US$358.000 millones), que el país simplemente no está en
condiciones de pagar.
La
explicación más simple para la misma es que durante muchos años el país estuvo
gastando más dinero del que producía y financiando ese gasto a través de
préstamos.
Grecia ya hacía
eso antes de adoptar el euro. Y la llegada de la moneda común en 2001 no cambió
las cosas, como en teoría debía suceder.
El
gasto público, por ejemplo, aumentó un 50% entre 1999 y 2007, mucho más que en
otros países de la eurozona.
Y
sumado a problemas de corrupción y evasión fiscal, reconocidos por la propia
Grecia, esto terminó provocando un déficit muy superior al 3% del PIB
contemplado en las reglas de moneda común.
Préstamos
no declarados a la eurozona, por su parte,
también llevaron a que la deuda excediera significativamente el 60% acordado
como límite por los países de la eurozona: actualmente se estima en 177% del
PIB.
El
problema, sin embargo, solo se volvió urgente cuando la crisis financiera
global limitó el acceso griego al crédito, lo que motivó la intervención de
los otros países de la eurozona temerosos del impacto de una cesación de pagos
o default.
Aunque,
para muchos economistas, las medidas de austeridad impuestas como
condición para financiar un rescate financiero terminaron agravando la
situación
El
primer paquete de ayuda financiera a Grecia fue aprobado por la Unión
Europea y el Fondo Monetario Internacional en mayo de 2010.
En
ese momento se pusieron a disposición del gobierno griego 110.000 millones de
euros (unos US$120.000 millones) para que honrara sus compromisos con sus
acreedores, en ese momento en su mayoría bancos privados de la región.
Los préstamos
ofrecidos a Grecia están vinculados a medidas de austeridad bastante
impopulares entre los helenos.
Pronto,
sin embargo, se hizo evidente que ese monto no sería suficiente, por lo que un
segundo rescate elevó la cifra total a 240.000 millones de euros.
Y,
en ambos casos, como condición para facilitar el dinero se identificaron una
serie de medidas de austeridad.
Estas
han incluido drásticos recortes del gasto público, mayores impuestos y
reformas al sistema de pensiones y el mercado laboral.
Pero
el actual gobierno griego, que llegó al poder a inicios de año con una
plataforma anti-austeridad, estuvo intentadorenegociar algunas de esas
condiciones de cara a un nuevo paquete de rescate financiero.
En
su momento esto puso en crisis las negociaciones, las que llegaron a
interrumpirse momentáneamente.
Pero
en este momento Grecia parece dispuesta a aceptar la mayor parte de las
condiciones de sus acreedores a cambio de unos 53.500 millones de euros
adicionales y una reestructuración de su deuda original.
La
UE ha estado trabajando duro para intentar aislar al euro y la eurozona de los
problemas de Grecia y de una eventual salida de la moneda común.
En el fondo,
casi todo depende de la voluntad política de los líderes europeos.
Pero
el mismo FMI advirtió que "los riesgos y vulnerabilidades aún no han
desaparecido" y es difícil predecir el comportamiento de los mercados
si el escenario más temido por todos se hace realidad.
Una
posibilidad es que los compradores de bonos de las naciones de la eurozona con
más problemas empiecen a exigir pagos más altos para compensar los riesgos de
su inversión.
Eso
afectaría negativamente a la moneda europea y aumentaría la inestabilidad
en países con un peso mayor en la economía global.
Y
una Grecia insolvente implicaría importantes pérdidas de dinero para
varios países europeos.
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